domingo, 11 de octubre de 2009

El trauma colonial y la identidad cultural pérdida

Escribe: AURELIANO TURPO CHOQUEHUANCA | Cultural - 09:45h

Después de 477 años de colonización mental, los pueblos y naciones del continente Abyayala y del suncontinente tawantinsuyano, reemprenden su responsabilidad histórica y política, para redefinir su proyecto de liberación plurinacional para de esta manera ejercitar plenamente su derecho a la autodeterminación y al reconocimiento de su derecho ancestral a autogobernarse, para ello es necesario emprender el Gran Camino de la Descolonización que pasaré a desarrollar.

I.-EL TRAUMA COLONIAL

Inicio esta reflexión intercultural, formulando las siguientes preguntas: ¿Qué entendemos por trauma colonial, los pueblos y naciones ancestrales de la civilización tawantinsuyana? ¿qué significó y significa hoy en día, la invasión colonizadora de 1532? ¿cómo se reproduce el trauma colonial en la llamada vida republicana? Y ¿Cómo abordar el trauma colonial y reconstituir la identidad étnico-cultural pérdida?

Son algunas interrogantes que trataré de desarrollar de manera muy ajustada, debido a que en nuestro Diario Regional Los Andes, decana del Sur Andino, se viene difundiendo esta preocupación desde el horizonte intelectual andino mestizo, como neoindigenista de variada concepción ideológica y política, que se mueve dentro de una confusión existencialista. Los pueblos y naciones kechuas, aymaras y amazonenses están dispersos en el territorio Abyayala y tawantinsuyano (América-Sudamérica), como víctimas del terracidio que se perpetró en el siglo XVI, con la bendición del Papa Alejandro VI, mediante el Tratado de Tordecillas de 1494. Como consecuencia de ello, es la actual demarcación territorial de los países latinoamericanos, que expresan una falsa identidad o pertenencia territorial.

Este hecho político-religioso, a favor de España y Portugal, es el primer reparto del mundo, que de por sí, ya es una manifestación del inicio del trauma colonial, pues, las consecuencias se irán manifestando en la medida que la invasión colonizadora de Portugal y España seguirá este camino del terracidio con la repartija territorial del Tawantinsuyu. El Monarca Español dividió este territorio en dos espacios, la parte norte para Francisco Pizarro con la denominación de “Nueva Castilla”, la parte del sur para Diego de Almagro con la denominación de “Nueva Toledo”, terminando esta política terracida con la entrega del Río de la Plata a Pedro Mendoza.

Dentro de este proceso colonial, encontramos la fragmentación territorial del Tawantinsuyu en virreinatos, capitanías, audiencias, encomiendas que definieron la desestructuración económica, política, cultural y espiritual del indio. La república asume y hereda esta política terracida al fragmentarla mucho más con la aparición de las republicas, departamentos, provincias, parroquias, cantones y otras formas de fraccionamiento territorial. La oligarquía criolla mestiza ve en el colonialismo interno, el beneficio y el aprovechamiento de las riquezas naturales de los pueblos y naciones ancestrales y con temporáneos, de ahí que han impulsado por centenares de años la usurpación de las tierras comunitarias de producción, que dio origen a los grandes latifundios y haciendas de la costa, la sierra y la amazonía tawantinsuyana.

Ahora bien, desde la mirada socio-antropológica y etnohistórica, estos hechos ocurridos durante la invasión colonial el siglo XVI-XVII, la entiendo como los elementos traumáticos de la sociedad comunitaria de ayllus del Tawantinsuyu. El terracidio trajo como consecuencia el desarraigo del indio de su entorno, es decir, que es separado brutalmente de su pertenencia territorial, lo que hoy se viene en denominar, la “Madre Tierra-Hallpa Mamanchis”. Cuando un ser humano es separado de su madre sufre las consecuencias traumáticas de ese desarraigo familiar, las razones pueden ser muchas, pero el hecho es de que conlleva sufrimiento y dolor, que en circunstancias inimaginables, puede llegar al suicidio.

El trauma como tal está vinculado a la violencia, en consecuencia, al sufrimiento material y espiritual del ser humano en complementariedad con su medio ambiente y su universo cósmico, lo que vengo en denominar como la tridimensionalidad del RUNA, por su relacionamiento equilibrado y armónico de las tres dimensiones que se explica dentro de la lógica de pensamiento cósmico tawantinsuyano. Esta lógica de pensamiento ancestral tawantinsuyano también sufre las consecuencias del colonialismo mental que nos impusieron los venidos del otro lado del mediterráneo, pues, distorsiona nuestra lógica de pensamiento, al asimilarnos en su lógica de pensamiento euroccidental.

La imposición de la cosmovisión occidental y cristiana de Euro-España por más de 477 años, nos ha creado traumas existenciales, pues, al descestructurar nuestra forma de entender, explicar e interpretar nuestro mundo cultural civilizatorio, han invertido nuestros valores culturales, nuestra lógica de pensamiento y nuestras formas de vida comunitaria civilizatoria, porque no decir, que la negaron y la condenaron a partir de la falsa acusación de que eran, “manifestaciones paganas e idolatrías”, que la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana la condenaba y a los practicantes de esta forma de vida civilizada ancestral, los enviaban a los tribunales de la fe y consecuentemente a la muerte inmisericorde, negando de esta manera el quinto mandamiento de Dios.

El trauma colonial se acentúa con mayor fuerza en la época republicana con la estructuración del Estado-nación en formación hispano latinoamericano, particularmente en los países donde somos pueblos y naciones mayoritarios, con valores culturales vivos que requieren ser reconstituidos para salir del trauma colonial. El hecho de ser considerados como indios, indígenas, campesinos, proletarios, burgueses, pequeños burgueses o lumpen proletariado es lacerante y odioso para la afirmación de nuestra identidad cultural, nuestra pertenencia territorial y nuestra personalidad etnohistórica como pueblos y no como simples clases sociales.

En 1572, el Virrey Francisco de Toledo lanzó una estrategia traumatizante, pues, decía que había la impostergable necesidad de la voluntad soberana del Rey y de Dios, “cristianizar y civilizar salvajes indios”. Bajo esta consigna colonizadora, se acrecentaron los traumas coloniales que subsisten hasta el día de hoy, que se manifiestan en la discriminación racial, la exclusión social, la explotación económica y todos los males socio-culturales y políticos que niegan nuestros derechos fundamentales, sobre todo, los derechos de la tercera generación de los derechos humanos.

Los pueblos y naciones ancestrales de toda la hoy llamada América Latina y Anglosajona, hemos resistido y resistiremos a las consecuencias del colonialismo extracontinental y sus traumas, superando todo aquello que esta reñido con la dignidad del ser humano y la soberanía de los pueblos, para de esta manera reconstituir una sociedad comunitaria plurinacional, donde los kechuas, aymaras y amazonenses, puedan construir un porvenir dentro del buen vivir. Esto supone en primera instancia un proceso de descolonización mental y desterrar el colonialismo interno que la oligarquía criolla-mestiza instrumentó para su propio beneficio a partir del poder económico y político del Estado republicano.

Otro elemento colonial traumatizante es la creencia en la mal llamada “lucha de clases” y las “clases sociales”, que busca no solamente viabilizar una doctrina ideológica y política occidental atea en oposición a la doctrina idealista cristianizante, sin embargo, es importante señalar que ambas posturas ideológicas, políticas y socioeconómicas son hermanas siameses de la civilización occidental y cristiana de Europa, que no dio los resultados de bienestar que predicaron con las propuesta de la “Ciudad de Dios” y el mal llamado “Socialismo Científico” que idealizaron los teóricos o ideólogos y gobernantes de la sociedad euro-occidental. Estas doctrinas político-sociales han sido exportadas e importadas por los interesados en mantener la colonización y los traumas coloniales, con la finalidad de mantener el status quo en que nos sumieron por más de 477 años de permanente trauma social, político, económico y religioso.

Otra forma de superar los traumas coloniales es recuperando nuestra condición de pueblos y naciones ancestrales, esto quiere decir, que debemos reconocernos como pueblos de habla kechua, aymara y amazonense de centenares de lenguas, sin aislar ni discriminar a los castellano hablantes y otros venidos del otro extremo del mediterráneo. Este reconocimiento al mismo tiempo implica el reconocimiento del carácter de nuestra sociedad comunitaria tawantinsuyana en su condición de sociedad plurinacional, plurilingüe y pluricultural con clara vivencia de la identidad pluricultural perdida, que hoy es negada por la identidad monocultural republicana que hace vigente el terracidio colonizador.

II.- LA IDENTIDAD PÉRDIDA

Todas las civilizaciones del mundo han construido su identidad cultural y la han fortalecido en el tiempo y la historia de su propio camino civilizatorio, así podemos observar por ejemplo a los pueblos ancestrales, como los Khabil y los Berber del norte de África, que tienen similar proceso de colonización con nuestros pueblos. Los pueblos del Asia, la China, del Japón; de Europa, los latinos, los anglosajones, los arios y otras expresiones étnico-culturales tienen su propia identidad cultural que se expandieron por el mundo con el claro propósito de hegemonizarse y considerarse “universal”.

La identidad cultural es la manifestación de la capacidad creativa del ser humano dentro de su proceso civilizatorio, que le permite definir un camino de organización económica, política, cultural y espiritual como es el caso de nuestro proceso civilizatorio tawantinsuyano. La civilización occidental y cristiano de Europa en cambio desarrolla su proceso civilizatorio en el marco de su lógica de pensamiento ateo y cristiano que determina su propia identidad cultural, por todo aquello que se manifiesta en sus elementos culturales, como su lengua, sus tradiciones, sus costumbres, su arte, su ciencia y sus manifestaciones religiosas como la llamada “semana santa”, que se ha impuesto en todas las sociedades invadidas y colonizadas del mundo.

Ahora bien, nuestra identidad cultural se pierde en el tiempo y el espacio histórico de la invasión y colonización euro-española y republicana, es decir, como expresión traumatizante, pues, el hecho de que se haya impedido la práctica de nuestras lenguas, de nuestras tradiciones, costumbres, ritos espirituales, formas de organización económica, política, cultural y espiritual. Sobre todo, cuando se nos niega nuestros derechos fundamentales a desarrollar nuestras propias manifestaciones culturales civilizatorias, imponiéndonos formas de vida propia del otro, como son las distintas manifestaciones culturales alienantes y aculturantes que niegan la identidad cultural de los kechuas, aymaras, amazonenses y de los mestizos. Esta realidad lacerante de la colonización secante, impulsará a impostar una identidad cultural ajena, negándole su propia identidad cultural como pueblos y naciones, afirmando la condición colonial de clase social citadina.

La identidad cultural pérdida se manifiesta en la impostación de otra identidad, sobre todo, en la identificación con el otro, que puede ser la cultura anglosajona por ejemplo. La lengua, el vestido, la moda, la música y otros elementos culturales son asimilados por una buena parte de la sociedad citadina “indígena” y “no indígena”, que en más de una ocasión provoca violencias traumáticas propias de una sociedad colonial sea esta capitalista o socialista.

La identidad pérdida es aquella identidad no visibilizada como consecuencia de la discriminación y la alienación que se materializa por las formas de socialización de las normas de convivencia que el Estado constitucionaliza e institucionaliza en el marco del Estado de Derecho del que no participo ni participa el heredero del primer habitante tawantinsuyano, sino que se la impone dentro de esa propuesta de “cristianización y civilización de salvajes indios” y/o de marxistización ateisante y proletarizante del ser humano: EL RUNA O HAK`E.

El reto del siglo XXI para los pueblos y naciones ancestrales de los cuatro suyus de la civilización comunitaria de ayllus del Tawantinsuyu, esta en la revalorización de las manifestaciones culturales, de la recuperación de la personalidad etnohistórica y de la reconstitución del espacio territorial ancestral que nos permita reencontrar el equilibrio y la armonía socio-económica, política y cultural en el marco de la lógica de pensamiento cósmico tawantinsuyano, que es manifestación holística del proceso civilizatorio tawantinsuyano compartido del siglo XXI.

Ahora bien, en el marco de la reflexión socio-antropológica y etnohistórica que abordo, considero que la realidad social peruana no es ajena a lo anteriormente señalado, pues, los traumas coloniales y la pérdida de la identidad es común a los otros países de la hoy llamada América del Sur. El hecho de reconocerse boliviano, peruano, ecuatoriano es en lo sustantivo la negación de nuestra pertenencia territorial y cultural, pues, nuestras raíces étnico-culturales y nuestra civilización ancestral no son latinas. Menos euro-españolas ni anglosajonas.

Si esta es la realidad que constatamos hoy, después de más de 477 años de invasión y colonización virreinal y republicano, estamos persuadidos de que el trauma colonial y la pérdida de la identidad será una constante durante el tercer milenio. Queda entonces la responsabilidad individual y comunitaria de recrear nuestra propia etnohistoria y el proceso evolutivo de nuestra civilización y la superposición de la otra civilización que nos niega y nos homogeniza como latinos, bolivianos, peruanos, argentinos, ecuatorianos que son las identificaciones de la política colonial del terracidio, que hace sangrar a nuestra Madre Tierra-Hallpa Mamanchis y nos enfrenta cotidianamente dentro de falsos nacionalismos latinizantes.

III.- DESCOLONIZACIÓN MENTAL Y AFIRMACIÓN
DE LA IDENTIDAD CULTURAL

El proceso oprobioso de la colonización virreinal y republicano en territorio tawantinsuyano transita por su peor crisis estructural, pues, el pueblo y las naciones ancestrales de las cuatro regiones del sol, reinician su insurrección liberadora, interrumpida por el colonialismo interno republicano. Insurrección que implica el camino del Apu Pachakutiq y del Inkarri que transitará por el espacio y el tiempo histórico del tercer milenio que en definitiva es el tiempo y el espacio histórico y político de los pueblos y naciones kechuas, aymaras y amazonenses premunidos de sus saberes y conocimientos ancestrales para sacudirse definitivamente del colonialismo mental que implementó la república monocultural hispanista.

Nuestros saberes y conocimientos ancestrales aun se encuentran ignorados por quienes han instituido el colonialismo mental en el marco de la monoculturalidad hispanista y latinoamericana. Desde los cronistas españoles, pasando por los intelectuales de la derecha y la izquierda extracontinental nos han abrumado con sus teorías históricas, socio-económicas, culturales y políticas que han distorsionado nuestra experiencia ancestral en el manejo de la economía, la política, la cultura, social y espiritual comunitaria.

Dentro de la lógica explicativa del otro (criollo-mestizo), se nos ha dicho que la sociedad tawantinsuyana era un imperio, que el Inka era un señor feudal, porque tenía potestad para distribuir las tierras y ser obedecido como un soberano europeo. Algunos intelectuales extracontinentales escribieron, que los Inkas habían construido el primer país socialista y/o comunista. Esta línea de pensamiento fue asumido por muchos intelectuales mestizos y criollos de Sudamérica que lo institucionalizaron en la enseñanza escolar, secundaría y universitaria.

Toda esta enseñanza por más de 477 años, es la expresión del colonialismo mental que ha distorsionado nuestra propia lógica de pensamiento cósmico tawantinsuyano, llegando a negarnos como pueblos civilizados y consecuentemente nos crearon traumas psico-sociales que implican la negación de nuestra identidad cultural y nuestra personalidad etnohistórica.

Ahora bien, de cara al tercer milenio, considero que es importante asumir la responsabilidad de reemprender, el Gran Camino de la descolonización mental, que nos haga dignos y soberanos en la convivencia comunitaria con el otro, es decir, con los citadinos venidos del otro lado del Atlántico y sus descendientes. El camino tortuoso de la descolonización es consecuencia de la aculturación, la alienación, la intolerancia y los fundamentalismos que ha creado el Estado monocultural clasista, mediante la institucionalización del republicanismo homogenizante de Latinoamérica.

La descolonización, desde la perspectiva de los pueblos y naciones ancestrales de esta parte del mundo, requiere la reinterpretación y reconceptualización del proceso civilizatorio que alcanzó nuestra civilización comunitaria de ayllus del Tawantinsuyu sin pretender universalizarla, si no hacerla explicita ante los seres humanos que nos conocen distorsionadamente. Es importante reconstituir nuestra estructura socioeconómica, política, económica, cultural y espiritual para reordenar lo desordenado y con ello superar los traumas coloniales que en la vida republicana se han institucionalizado de manera intolerante.
La descolonización mental implica ser seres humanos íntegros a partir de los valores culturales que nos permita reencontrarnos con nosotros mismos y con los demás sin discriminación de ninguna clase, sobre todo, poniendo en práctica los principios de la complementariedad, el equilibrio, la armonía, la reciprocidad que son los fundamentos de nuestra civilización que requiere ser institucionalizados para el Sumaq kausay (El buen vivir). Esta retoma de nuestros valores vivos nos permitirá afirmar nuestra identidad cultural y compartir con las otras identidades culturales en el marco de la comunicación intercultural y reconstituir un Estado Plurinacional, donde todas las sangres tengan su pleno florecimiento, satisfaciendo las necesidades materiales y espirituales del ser humano, he ahí el reto del siglo XXI.

Finalmente, voy a repetir el gran mensaje de una mujer kechua de Azángaro que dijo. “INDIO HINATA ÑAK`ARISHIWARK`ANSHIS, INDIO HINALLATAQMIN SAYARIKUM” (Indio fue el nombre con el que nos sometieron, indio será el nombre con el que nos liberaremos). Mensaje que expresa un profundo contenido anticolonial y antigamonal terrateniente en 1922; pues, surgió esta mujer ante la crueldad del hacendado Lizares Quiñones, dueño de la hacienda Muñani Chico, de las Provincia de Azángaro en el Perú, del que no era de su propiedad la alcaldía y la parroquia, sino la totalidad del distrito. El hecho traumático fue que en la llamada Casa Hacienda de la Provincia de Azángaro un centenar de indios fueron encerrados y quemados, por el solo hecho de haber reclamado mejores condiciones de vida en la hacienda.

Las autoridades impotentes ante este genocidio no supieron imponer la justicia republicana, pues, la autoridad local, departamental y nacional eran sus mandantes, es decir, eran los representantes de los terratenientes y hacendados que ejercían el poder económico y político real del país, de ahí que la década del 20 y del 30 del siglo pasado fue la década de la insurrección indígena, que a la hora presente no se extingue como consecuencia del trauma colonial en el que sobre vive, el pueblo y las naciones kechuas, aymaras y amazonenses y la población citadina inmigrante.


http://www.losandes.com.pe/Cultural/20091011/28315.html

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